Castaneda, una de las figuras más enigmáticas del siglo
XX, en
una rara entrevista de 1997. (Tomada de Pijamasurf.com)
SEGUNDA PARTE
Asumiendo
que las enseñanzas de don Juan han pasado a formar parte de la literatura
ocultista, ¿qué opinión le merecen otras enseñanzas, por ejemplo, las
filosofías masónica, Rosacruz, el Hermetismo, y disciplinas tales como la
Cábala, el Tarot y la Astrología, comparándolas con el nagualismo? ¿Ha tenido
alguna vez o mantiene contacto con alguna de estas vertientes o con sus
seguidores?
De
nuevo no tengo ni la menor idea de cuáles son las premisas, los puntos de
vista, ni los temas de tales disciplinas. Don Juan nos presentó el problema de
navegar en lo desconocido y esto nos toma todo el esfuerzo disponible.
¿Algunos
de los conceptos de su obra, como el punto de encaje, las emanaciones de
energía que componen el universo, el mundo de los seres inorgánicos, el
Intento, el Acecho y el Ensueño, tienen una contrapartida en el conocimiento
occidental? Por ejemplo, hay quienes ven en el hombre como huevo luminoso una
expresión del aura…
No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una
contrapartida en el conocimiento occidental, que yo sepa.
Una vez, cuando don Juan aún estaba presente, pasé un año
entero a la búsqueda de gurus, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo
que estaban haciendo. Quería saber si había algo en el mundo de entonces que
fuera similar a lo que don Juan decía y hacía.
Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a
conocer a los maestros establecidos que tenían millares de seguidores, y
desgraciadamente no pude encontrar nada parecido.
Concentrándonos
ahora específicamente en su obra, sus lectores nos encontramos a Carlos
Castaneda diferentes. Primero, a un académico occidental algo inepto y
permanentemente desconcertado ante el poder de ancianos indios cono don Juan y
don Genaro (principalmente en Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte,
Viaje a Ixtlán, Relatos de Poder y El Segundo Anillo de Poder); luego, con un
aprendiz de chamán avezado (en El Don del Águila, El Fuego Interior, El
Conocimiento Silencioso y, especialmente, en El Arte de Ensoñar). Si está de
acuerdo con esta apreciación, ¿cuándo y cómo desapareció uno para dejar paso al
otro?
No
me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante avanzado de chamanismo, ni
tampoco me considero un antropólogo o científico social del mundo occidental.
Mis presentaciones han sido todas descripciones de un fenómeno imposible de
discernir bajo las condiciones del conocimiento lineal del mundo occidental.
Jamás pude dar a lo que me enseñaba don Juan una explicación de causa y efecto
o tuve la posibilidad de predecir lo que él iba a decir o lo que iba a pasar.
Bajo estas condiciones, el paso de un estado a otro es subjetivo y no algo
elaborado o producto de premeditación o sabiduría.
En
su obra es posible encontrar episodios francamente increíbles para la
mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado comprobar que son
verdaderas esas “realidades aparte” que usted describe?
Se
puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el cuerpo entero en vez del
intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar intelectualmente como un
diletante en pos de un conocimiento rápido y pasajero, ni tampoco se puede
comprobar nada. Lo único que se puede hacer es llegar a un estado de conciencia
acrecentada que nos permita percibir al mundo que nos rodea de una manera más
amplia. En otras palabras, la meta del chamanismo de don Juan es romper los
parámetros de la percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir lo
desconocido. De ahí que él se llamara a sí mismo un navegante del Infinito. Él
sostenía que más allá de los parámetros de la percepción diaria, está el
Infinito. Llegar a eso era la meta de su vida, y puesto que él era un chamán
extraordinario, nos inculcó a nosotros cuatro ese deseo. Nos forzó a trascender
el intelecto y a encarnar el concepto de la ruptura de los parámetros de la
percepción histórica.
Usted
sostiene que la característica básica de los seres humanos es su condición de
“perceptores de energía”. Señala el movimiento del punto de encaje como un
imperativo para percibir energía directamente. ¿Para qué puede servir eso a un
hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la consecución de esta meta a la superación
espiritual, según el concepto antes definido?
Los
chamanes como don Juan sostienen que todos los seres humanos poseemos la
capacidad de percibir energía directamente a medida que fluye en el universo.
Consideran que el punto de encaje, como ellos lo llaman, es un punto que existe
en el campo de energía total del hombre. En otras palabras, cuando un chamán
percibe a un hombre como energía que fluye en el universo, “ve” a una bola
luminosa. En esa bola luminosa el chamán puede “ver” un punto de gran brillo
que está situado a la altura de los omóplatos y a la distancia de más o menos
un metro detrás de ellos. Los chamanes sostienen que allí es donde se realiza
la percepción, que la energía que fluye en el universo se transforma allí en
datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego interpretados para dar
como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los chamanes mantienen que se nos
enseña a interpretar, por lo tanto, se nos enseña a percibir.
El
valor pragmático de percibir la energía directamente a medida que fluye en el
universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es el mismo. Le permite
ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro de sus medios
ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería extraordinario “ver”
directamente la maravilla del orden y del caos del universo.
Recientemente
usted ha presentado una disciplina de ejercicios físicos que denomina
Tensegridad. ¿Puede explicarnos de qué se trata exactamente? ¿Qué finalidad
persigue? ¿Qué beneficios espirituales puede encontrar en ella quien la
practique de forma individual?
Según
lo que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que vivieron en México en
tiempos antiquísimos descubrieron una serie de movimientos, ejecutados con el
cuerpo, que los llevaron a un estado de desarrollo físico y mental de tal
magnitud que decidieron llamar a tales movimientos pases mágicos.
Don
Juan nos dijo que por medio de sus pases mágicos, dichos chamanes adquirieron
un nivel de conciencia acrecentada que les permitió ejecutar proezas de
percepción indescriptibles.
Los
pases mágicos fueron enseñados a través de generaciones solamente a los
practicantes de chamanismo, en medio de un tremendo secreto y de complejos
rituales. Así es como se los enseñaron a don Juan Matus, y así es como él los
transmitió a sus cuatro discípulos.
Nuestro
esfuerzo ha consistido en extender la enseñanza de tales pases mágicos a quien
quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y los hemos convertido, de
movimientos enteramente personales y propios de cada uno de los cuatro discípulos
de don Juan, en movimientos genéricos aplicables a cualquier persona.
La práctica
de la Tensegridad en forma individual o colectiva promueve la salud, el vigor,
la juventud y el bienestar general. Don Juan decía que la práctica de los pases
mágicos ayuda a acumular la energía necesaria para acrecentar la conciencia y
ampliar los parámetros de la percepción.
Aparte de sus tres compañeras, los asistentes
a sus seminarios han conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las
Rastreadoras de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quiénes son ellos?
¿Se trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así, ¿cómo
podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?
Cada
una de esas personas acerca de las que usted pregunta son seres definidos que
don Juan Matus como director de su linaje nos encargó esperar. Él predijo la
llegada de cada uno de ellos como parte integral de una visión. Puesto que su
linaje no podía continuar debido a configuraciones energéticas propias de sus cuatro
estudiantes, su misión se transformó de perpetuar el linaje a cerrarlo, si
fuera posible con broche de oro.
Nosotros
no estamos en posición de cambiar esta directiva. No podemos buscar ni aceptar
aprendices o miembros vigentes de la nueva visión de don Juan. Lo único que
podemos hacer es acceder a los dictámenes del Intento.
El
hecho de que se estén enseñando los pases mágicos, guardados con celo por
tantas generaciones, es una muestra de que sí se puede llegar a ser parte de
esta nueva visión de una manera indirecta a través de la práctica de la
Tensegridad y de la observación de las premisas del camino del guerrero.
En
Lectores del Infinito usted ha utilizado el término “navegación” para definir
lo que los brujos hacen. ¿Están prontos a izar velas y levar anclas para
iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con ustedes el linaje de guerreros
toltecas depositario de este conocimiento?
Sí,
efectivamente, el linaje de don Juan acaba con nosotros.
¿Incluye
el camino del guerrero el trabajo espiritual de la pareja, como se encuentra en
otras propuestas?
El
camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede haber una familia entera de
guerreros impecables. La dificultad está en el terrible hecho de que las
relaciones individuales están basadas en inversiones emocionales, las cuales se
desmoronan en el momento en el que el practicante realmente practica lo que
aprende. Por lo regular, en el mundo diario, las inversiones emocionales nunca
son examinadas y vivimos una vida entera esperando que nos correspondan. Don
Juan decía que mi manera de vivir y de sentir se describía de una manera muy
simple: “yo sólo doy lo que me dan”, y que yo era un inversor empedernido.
Si
alguien quisiera emprender el trabajo espiritual ajustándose al conocimiento
difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de avance puede aspirar? ¿Qué
recomendaciones formularía a quienes desean poner en práctica por propia cuenta
las enseñanzas de don Juan?
No
hay manera alguna de poner un límite a lo que uno puede lograr de un modo
individual si el intento es un intento impecable. Las enseñanzas de don Juan no
son espirituales, lo repito de nuevo, puesto que esta cuestión ha salido a la
superficie una y otra vez. La idea de la espiritualidad no encaja con la
disciplina férrea del guerrero. Lo que más cuenta para un chamán como don Juan
es la idea del pragmatismo. Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre
práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. Él acabó con
mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no tenía
nada de pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo simplemente
repetía el vocablo “espiritualidad” para oponerlo a lo mercenario del mundo de
todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del mercantilismo de
la vida diaria y a ese afán yo le llamaba espiritualidad. Cuando don Juan me
exige llegar a una conclusión, a una definición de lo que yo consideraba
espiritual, me di cuenta de que él estaba en lo cierto. Yo no sabía lo que
decía.
Suena
un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no hay otra manera de
decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el engrandecimiento de la
conciencia de ser, esto es, poder percibir con todas las posibilidades humanas
de percepción, lo que implica una labor descomunal y un propósito sin medida,
cosas que no pueden ser suplidas por la espiritualidad en el mundo occidental.
¿Hay
algo que le gustaría explicarnos a los sudamericanos, especialmente a los
chilenos? ¿Quisiera exponer otros planteamientos, además de los formulados?
No
tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos estamos en el mismo nivel.
Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él trató de hacerme ver lo
común de la situación del hombre. Yo, como sudamericano, estaba muy involucrado
intelectualmente con la idea de la reforma social. Un día le planteé la
pregunta que yo creía era fatal. Le dije: ¿cómo es posible, don Juan, que usted
permanezca impasible ante la situación espantosa de sus congéneres, los indios
yaquis de Sonora?
Yo
sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de tuberculosis y que no
tenía remedio por su condición económica.
Sí –
me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate que también es muy
triste tu situación, y si tú crees estar en condiciones mejores que los indios
yaquis, te equivocas. Es la condición del hombre en general el permanecer en un
estado espeluznante de caos. Nadie está mejor que otro. Todos somos seres que
vamos a morir, y a menos que tomemos en cuenta cabal esta situación, no hay
remedio para nosotros.
Este
es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta de que somos
seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo adquiere una medida
y un orden trascendental.