Caminar por las calles de
Caracas y encontrar lugares que te lleven a compartir sobre temas diversos
donde encaje la tertulia, el canto y las letras es maravilloso, pues esta
ocurriendo este encantamiento el día jueves a partir de las 2pm, entre la esquina Las Mercedes y la Avenida Nor2
en Altagracia, a través de un ciclo de tertulias
denominado “Nos Queda la Palabra” ( en honor al poeta Rafael Alberti), en La
domingo, 2 de abril de 2017
martes, 28 de marzo de 2017
ANÉCDOTAS PARA REFLEXIONAR (II)
EL
GUARDIÁN DEL CASTILLO
Cierto día, en un monasterio
Zen-Budista, a la muerte del guardián, fue necesario encontrar un sustituto. El
gran Maestro entonces convocó a todos sus discípulos para determinar quién sería
el nuevo centinela.
El Maestro, con mucha
tranquilidad habló: -“asumirá el puesto el primer monje que resuelva el problema
que voy presentarles".
Entonces, colocó una mesita
magnifica en el centro del enorme salón donde se encontraban reunidos, y encima
de ella, puso un florero de porcelana muy raro, con una rosa amarilla de extraordinaria
belleza adornándolo, y solamente dijo: - "aquí esta el problema!".
Todos se quedaron mirando la
escena: el florero bellísimo, de valor inestimable, con la maravillosa flor al
centro. ¡Qué representaría? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma?
En ese instante, uno de los
discípulos sacó la espada, miró al Maestro, a sus compañeros, se dirigió al
centro de la sala y..... Suaaasss.... destruyó todo con un sólo golpe! E inmediatamente
regresó a su lugar.
Entonces el Maestro dijo: -"Tu
serás el nuevo Guardián del Castillo".
Moraleja de la Historia:
No
importa cuál es el problema. Ni que sea algo demasiado bello. Si es un
problema, necesita ser eliminado. Un problema es un problema. Aunque se trate
de una mujer sensacional, un hombre maravilloso o un grande amor que se acabó.
Por más lindo que sea o haya sido, si no existe más sentido para nuestras
vidas, tiene que ser suprimido. Muchas personas cargan en su vida entera el
peso de cosas que fueron importantes en el pasado, pero que hoy solamente ocupan
un espacio inútil en nuestros corazones y mentes. Espacio indispensable para
Re-Crear
la vida.
EL
GUSANO Y EL ESCARABAJO
Había una vez un gusano y un
escarabajo que eran amigos, pasaban charlando horas y horas.
El escarabajo estaba
consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad, tenía una visibilidad
muy restringida y era muy tranquilo comparado con los de su especie.
El gusano estaba muy
consciente de que su amigo venía de otro ambiente, comía cosas que le parecían
desagradables y era muy acelerado para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca
y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del
escarabajo le cuestionó la amistad hacia el gusano. ¿Cómo era posible que
caminara tanto para ir al encuentro del gusano? A lo que él respondió que el gusano
estaba limitado en sus movimientos. ¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto
que no le regresaba los saludos efusivos que el escarabajo hacía desde lejos?
Esto era entendido por él,
ya que sabía de su limitada visión, muchas veces ni siquiera sabía que alguien
lo saludaba y cuando se daba cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar
el saludo, sin embargo calló para no discutir.
Fueron muchas las respuestas
que se buscaron en el escarabajo para cuestionar la amistad con el gusano, que
al final, éste decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar
que el gusano lo buscara.
Pasó el tiempo y la noticia
llegó: el gusano estaba muriendo, pues su organismo lo traicionaba por tanto
esfuerzo, cada día aprendía el camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba
a retornar hasta su lugar de origen.
El escarabajo decidió ir a
ver sin preguntar a su compañera qué opinaba. En el camino varios insectos le
contaron las peripecias del gusano por saber qué le había pasado a su amigo. Le
contaron de cómo se exponía día a día para ir a dónde él se encontraba, pasando
cerca del nido de los pájaros.
De cómo sobrevivió al ataque
de las hormigas y así sucesivamente.
Llegó el escarabajo hasta el
árbol en que yacía el gusano esperando pasar a mejor vida. Al verlo acercarse,
con las últimas fuerzas que la vida te da, le dijo cuánto le alegraba que se encontrara
bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le
había pasado.
El escarabajo avergonzado de
sí mismo, por haber confiado su amistad en otros oídos que no eran los suyos,
había perdido muchas horas de regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban.
Al final entendió que el
gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era
su amigo, a quien respetaba y quería no tanto por la especie a la que
pertenecía sino porque le ofreció su amistad.
El escarabajo aprendió
varias lecciones ese día: La amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas
en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo. También entendió que el tiempo
no delimita las amistades, tampoco las razas o las limitantes propias ni las
ajenas.
Lo que más le impactó fue
que el tiempo y la distancia no destruyen una amistad, son las dudas y los
temores propios los que más afectan.
Y cuando pierdes un amigo una
parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías e
ilusiones compartidas en el capullo de la confianza se van con él.
El escarabajo murió después
de un tiempo. Nunca se le escuchó quejarse de quien mal le aconsejó, pues fue
decisión propia el poner en manos extrañas su amistad, sólo para verla escurrirse
como agua entre los dedos.
Si tienes un amigo no pongas
en tela de duda lo que es, pues sembrando dudas cosecharás temores. No te fijes
demasiado en cómo habla, cuánto tiene, qué come o qué hace, pues estarás
poniendo en la vasija rota tu confianza.
Reconoce la riqueza de quien
es diferente de ti y está dispuesto a compartir sus ideales y temores, pues
esto alimenta el espíritu de supervivencia más que un buen platillo.
La esencia del gusano y el
escarabajo se volvió una en el plano que se encuentra más allá de este mundo,
volviendo al regocijo que en esta vida habían encontrado.
Este es el final de mi
historia, pues siendo tú mi amigo no te puedo exponer a una tristeza que no quisiera
para mí. No sé si tú seas el gusano o yo el escarabajo, pero seguro que somos distintos
y en planos ajenos nos movemos.
Yo, como gusano, te seguiré
buscando día a día, y como escarabajo, no me fijaré en limitaciones. Como
gusano, omitiré lo grotesco que me puedas parecer. Como escarabajo, haré uso de
mis habilidades para servirte.
EL
LIMOSNERO
Hubo una vez un limosnero
que estaba tendido a un lado de la calle. Vio a lo lejos venir al rey con su
corona y capa. "Le voy a pedir algo, de seguro me dará bastante"
pensó el limosnero y cuando el rey pasó cerca le dijo: "Su majestad, ¿me
podría por favor regalar una moneda?" aunque en su interior pensaba que el
rey le iba a dar mucho.
El mendigo no sabía que
responder a la pregunta y dijo: -"Pero su majestad... ¡yo no tengo
nada!". El rey respondió: -"Algo
debes de tener... ¡busca!".
Entre su asombro y enojo el
mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un bollo de pan y
unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que
en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dio al rey.
Complacido el rey dijo:-
"¡Ves como sí tenías!". Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano
de arroz.
El mendigo dijo entonces:- -
"Su majestad... creo que acá tengo otras cosas", pero el rey no hizo
caso y dijo: -"Solamente de lo que
me has dado de corazón te puedo yo dar".
Es fácil en esta historia
reconocer como el rey representa a la existencia, y el mendigo a nosotros.
Notemos que el mendigo aún en su pobreza es egoísta y no se desprende de lo que
tiene aún cuando su rey se lo pide.
Muchas veces la vida nos
pide ser humildes, ser sinceros, honestos, dedicados a ayudar a los demás, o no
ser mentirosos. Pero nos negamos a actuar así, pues creemos que no recibiremos nada
a cambio sin pensar en que ella nos devuelve el 1.000%.
No sé que te pida la vida en
este momento... ¿confianza?, ¿sencillez?, ¿humildad?... no lo sé, solamente sé
que por lo que des se te devolverá mucho más... y recuerda no darle solamente unos
pocos granos, dale todo lo que tengas pues, sinceramente, ¡VALE LA PENA!
¿QUÉ
SIGNIFICA SER POBRE?
Un Padre económicamente
acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre, lo llevó para que
pasara un par de días en el monte con una familia campesina. Pasaron tres días y
dos noches en su vivienda del campo. En el automóvil, retornando a la ciudad,
el padre preguntó a su hijo, ¿qué te pareció la experiencia?
Buena, -contestó el hijo con
la mirada puesta a la distancia.
Y... ¿qué aprendiste?,
insistió el padre...
El hijo contestó:
1. Que nosotros tenemos un
perro y ellos tienen cuatro.
2. Nosotros tenemos una
piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín... y ellos tienen un
río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos, berro y otras bellezas.
3. Que nosotros importamos
linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín... mientras que ellos se
alumbran con las estrellas y la luna.
4. Nuestro patio llega hasta
la cerca... y el de ellos llega al horizonte.
5. Que nosotros compramos
nuestra comida... ellos, siembran y cosechan la de ellos.
6. Nosotros oímos CD's...
Ellos escuchan una perpetua sinfonía de zinzontes, chuíos, pericos, ranas,
sapos, cucarrones y otros animalitos... todo esto a veces dominado por el
sonoro canto de un vecino que trabaja su monte.
7. Nosotros cocinamos en
estufa eléctrica... Ellos, todo lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón
de leña.
8. Para protegernos nosotros
vivimos rodeados por un muro, con alarmas... Ellos viven con sus puertas
abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos.
9. Nosotros vivimos
conectados al celular, a la computadora, al televisor... Ellos, en cambio, están
"conectados" a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del
monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.
El padre quedó impactado por
la profundidad de su hijo... y entonces el hijo terminó:
Gracias papá, por haberme
enseñado lo pobres que somos.
Cada día estamos más pobres
de espíritu y de apreciación por la naturaleza que son las grandes obras de
nuestro creador. Nos preocupamos por tener, tener, tener y más tener en vez de
preocuparnos por SER.
Fuente: Libro de los cuentos - Autores anónimos.
miércoles, 22 de marzo de 2017
EN EL CENTENARIO NATAL DE JUAN RULFO
EN EL CENTENARIO NATAL DE JUAN RULFO: HOMENAJE DE LA
FILEY EN YUCATÁN - Elena Poniatowska
Para sacar provecho a Rulfo hay que escarbar mucho, como
para buscar la raíz del chinchayote. Rulfo no crece hacia arriba sino hacia
adentro. Más que hablar rumia su incesante monólogo en voz baja, masticando
bien las palabras para impedir que salgan. Sin embargo, a veces salen. Y,
entonces, Rulfo revive entre nosotros el procedimiento de ponerse a decir
ingenuamente atrocidades, como un niño que repitiera las historias de una nodriza
malvada. Todo empieza con la canción de la pitaya a la que Rulfo le tiene muy
buena voluntad y le chispea en los ojos, verde, como la milpita tierna que a
veces despunta allá, en la barranca de Apulco donde se crió:
“En
la cárcel de Celaya
estuve
preso y sin delito
por
una infeliz pitaya
que
picó mi pajarito;
mentira
no le hice nada,
ya
tenía su agujerito.”
Allí ’onde raya Rulfo, ¿quién raya? Naiden. Y, ¿después
de naiden? Más naiden. Porque así como lo ven, todo engarruñado y escuálido, la
mirada huidiza y desconfiada, Rulfo ha escrito dos libros: El llano en llamas y
Pedro Páramo. Esas 325 páginas rayaron de una vez por todas las literaturas
mexicanas.
“Hermosa
flor de pitaya
blanca
flor de garambullo.”
–Juan,
¿por qué cantas eso?
–Por
infeliz.
–Infeliz
la pitaya, ¿no, Juan?
–También
yo.
–Infeliz
Pedro Páramo, ¿no, Juan?
–Ese
sí fue un desgraciado.
Por algo Pedro Páramo se llamaba Los murmullos, porque
eso es lo que se oye en toda la novela, un rumor de ánimas en pena que vagan
por las calles del pueblo abandonado. Rulfo se parece a esos hombres temerarios
que aceptan la cita del fantasma y se ponen a hablar con él a medianoche:
"En nombre de Dios te digo, si eres de este mundo o del otro", y que
luego amanecen medio atarantados, todavía con el temblor del miedo
sacudiéndoles el cuerpo y sin ganas de conversar ya con los vivos. El propio
Rulfo tiene mucho de ánima en pena, y sólo habla a sus horas, en esas horas de
escritor serio y callado, tan distinto de todos aquellos que no dejan escapar
la menor oportunidad de ser inteligentes. A Rulfo no le gusta hablar de sí
mismo, porque se ha dado por entero a las voces de su pueblo, a los murmullos
de Comala que todos los días se abren paso en él, trabajosa y torpemente,
porque Rulfo apenas les ayuda a expresarse, los tira a media calle a ver si
logran atravesarla, los avienta en un petate y los ataranta de calor hasta que
dan la última bocanada. Todas las tierras de Rulfo parecen zonas de desastre
abatidas por la sequía. Los personajes titubean, buscan poco a poco su lenguaje
de labriego, sus duras palabras de piedra y de lodo, traduciendo otra vez el
alma humana, repitiendo sus giros, insistiendo en la idea fija: malos y buenos
en la inocencia de su índole a medias cortesana y salvaje.
Rulfo siempre tiene un aire de poseído, y a veces se
percibe en él esa modorra de los médiums: anda a diario como sonámbulo cumpliendo
de mala gana los menesteres vulgares de la vida despierta. Con el oído atento,
deja pasar todos los ruidos del mundo, en espera del mensaje preciso, de la
palabra que otra vez ha de ponerlo a escribir, como un telegrafista en espera
de su clave. En sus cuentos han hablado muchas almas individuales, pero en
Pedro Páramo puso a hablar a todo un pueblo, las voces se revuelven una con
otra y no se sabe quién es quién. Mas no importa. Las almas comunicantes han
formado una sola: vivos o muertos, los personajes de Rulfo entran y salen por
nuestra propia alma como Pedro por su casa.
–¿Y
Efrén Hernández, Juan?
–Ese,
lo sabes bien, ya murió.
–¿Y
Cleofas?
–También.
–¿Y
Agustín Yáñez?
–Murió.
¿Por qué me lo preguntas si ya lo sabes?
–Pero
tú estás vivo y tú eres un gran escritor.
–Pues
yo siento que soy un pobre diablo, así es el sentimiento que tengo; soy todo
deprimido y marginado.
Foto
Juan
Rulfo nació en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917, y falleció en la Ciudad
de México el 7 de enero de 1986Foto Luis Humberto González
–Eres
más ocurrente que eso, Juan.
–Eso
sí, tengo mis ocurrencias. Pero lo que no me gusta es la gente, hablar en
público, no me siento bien, nada bien. Me entra el pánico, me deprimo mucho,
por eso te digo que soy deprimido, me entra la depresión baja y siempre tengo
la presión baja, entonces me entra una depresión más baja que la depresión.
En 1970, cuando le dieron el Premio Nacional de
Literatura, produjo con su voz cascada un discurso totalmente rulfiano:
"No recuerdo por ahora quién dijo que el hombre era una pura nada. No
algo, ni cualquier cosa, sino una pura nada. Y yo me siento así en este
instante; quizá porque conociendo lo flaco de mis limitaciones jamás elaboré un
espíritu de confianza; jamás creí en el respeto propio".
"Allá en Comala he intentado sembrar uvas; no se
dan. Sólo crecen arrayanes y naranjos; naranjos agrios y arrayanes agrios. A mí
se me ha olvidado el sabor de las cosas dulces."
Para eso de las entrevistas, Rulfo es como los arrayanes
y los naranjos que se dan en Comala. Cuando le hice la primera pregunta, en
enero de 1954, me quedé media hora esperando la respuesta. Me miraba
lastimosamente como miran esos perros a quienes se les saca una espina de la
pata. Y al fin comencé a oír la voz de los que cultivan un pedazo de tierra
seco y ardiente como comal, áspero y duro como pellejo de cava.
Eso fue hace 63 años. Rulfo era gordito y a él –el árbol
escueto de El llano en llamas– le gustaban mucho los sabinos del Paseo de la
Reforma. Después se hizo famoso y eso ya no le gustó tanto, porque la fama
ataranta. Pero en esos años, cuando caminaba por las calles de Tíber, de Duero,
Ganges, Nazas y Guadalquivir (el Fondo de Cultura Económica estaba en la calle
de Pánuco) no se le veía por ningún lado la tristeza. Luego se hizo el escritor
más triste de todo el continente latinoamericano, de la Patagonia a Alaska, y
nosotros, años después, hemos seguido arropándolo para poder conservar esa gran
tristeza que hace de él un ánima en pena, la de Pedro Páramo, cayéndose como
montón de piedras sin Susana San Juan, la de las mujeres enlutadas de Anacleto
Morones, la de la niña Tacha que pierde la vaca en "Es que somos muy
pobres", la de nuestro presente ahora mucho peor que antes, la del
migrante fracasado en su "Paso del norte".
Como Pedro Páramo, Rulfo camina entre la sequía y es
hombre de pocas palabras, árido, hosco, desalentado. Porque a Rulfo todo parece
desalentarlo, la vida, los honores, el trato con los demás y sobre todo las
entrevistas. Yo creo que desde siempre se siente extraño, no sólo en la capital
sino en el mundo. Y es que salió de una barranca muy honda, la de Apulco, y de
allí también, con mucho trabajo, fue sacando los recuerdos y desde entonces, al
hilvanarlos en dos libros prodigiosos, algo se le desacomodó por dentro, quizás
el alma.
"Yo vivo muy encerrado siempre, muy encerrado. Voy
de aquí a mi oficina y párale de contar. Yo me la vivo angustiado. Yo soy un
hombre muy solo, solo entre los demás. Con la única que platico es con la
soledad. Vivo en la soledad. Ya sé que todos los hombres están solos, pero yo
más. Me sentí más solo que nadie cuando llegué a la Ciudad de México y nadie
hablaba conmigo, y desde entonces la soledad no me ha abandonado. Mi abuela no
hablaba con nadie, esa costumbre de hablar es del Distrito Federal, no del
campo. En mi casa no hablamos, nadie habla con nadie, ni yo con Clara ni ella
conmigo, ni mis hijos tampoco, nadie habla, eso no se usa; además, yo ni quiero
comunicarme, lo que quiero es explicarme lo que sucede y todos los días dialogo
conmigo mismo mientras cruzo las calles para ir a pie al Instituto Nacional
Indigenista, voy dialogando conmigo mismo para desahogarme; hablo solo. No me
gusta hablar con nadie."
–Como
le haces al cuento, Juan.
–Hace
mucho que no los hago.
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