Gran día para la República Bolivariana de Venezuela, donde con seguridad se realizó el acto más heroico, finalizando el siglo XX. Un grupo de soñadores y constructores de la honorabilidad, muchachos de los cuarteles decidieron dar un paso que generó el despertar de un pueblo, que se encontraba pisoteado, traicionado y oprimido, por acuerdos inescrupulosos de unos cuantos dentro del poder.
Rememorar ese día se activa el sentir patrio, el saber que esa sangre que corre por las venas se llama Venezuela, donde se avizoró el primer paso para construir el respeto primordial perdido, junto a otros principios básicos como la integridad, la honestidad, la justicia y la lealtad. Devolver la estima que merece un pueblo.
Era la elección de conductas correctas buscando el mayor servicio posible a la población, por encima de intereses particulares y egoístas, enalteciendo nuestro decoro como pueblo. Valor principal que debe tener toda persona, de donde deriva el principio básico y primero del que surgen todo lo demás: el respeto, actitud que merece el hombre por pertenecer al género humano, o sea, por su honra.
Por ello el 4 de Febrero, fue bautizado merecidamente como “el día de la dignidad”, y ese día tiene un rostro, nuestro Comandante eterno Hugo Chávez Frías, que supo asumir toda responsabilidad de manera pública, que permitió en el pueblo vislumbrar una oportunidad de transformación del país. Cosa que dentro de la historia contemporánea ningún elemento en ejercicio de poder lo realizara.
Hoy a 31 años de este suceso se ha vivido diferentes etapas que fortalecen aun más la comprensión del camino emprendido, ya no somos lo mismo, ahora es un pueblo con mayor comprensión, madurez, cada uno con experiencias que ha fortalecido nuestro andar, conservando los principios sólidos del pensamiento bolivariano, la fuerza moral nos ayuda a continuar, con mayor riqueza intelectual en diferentes ámbitos, acompañados (aunque algunos no puedan entender esto), por el Comandante Eterno y por el ideario de Simón Bolívar.
Hugo Chávez vino para quedarse, el que despertó a Bolívar, dejando atrás una estatua, comandó momentos difíciles sin debilitar la fuerza del ideario, resplandeció con sus actos llenos de humanidad, con el sacrificio de vida, repleto de amor construía sin pensar nada a cambio; su esencia regalaba transcendencia de lo hermoso de esa humanidad viva, activa hecho obra.
Recuerdo sus palabras en la presentación del mensaje anual ante la Asamblea Nacional en el 2008 : “Eso es lo grande de este trabajo, la gloria de ser útil, y al mismo tiempo, lo duro y exigente, pues se necesita mucha fuerza moral para aguantar la presión de la responsabilidad, sobre todo aquello que se deriva de la toma de decisiones”.
Todo un Robinsoniano, siempre en vanguardia con caminos propios para construir lo más cerca de nuestras raíces y eso lo hizo grande. Propiciar uno de los encuentros más significativos, la unión cívico-militar.
Es necesario conservar ese mismo espíritu, valores, haceres, que permitan consolidar una patria llena de virtudes y luces en honor a ese gigante.
Somos un pueblo privilegiado de quebrantar las leyes universales, y ver parir en un mismo territorio, dos grandes líderes de la verdadera Libertad, haciendo que vivamos nuestro camino trazado.
¡Viva Simón Bolívar!
¡Viva Hugo Chávez!
¡Viva la Revolución Bolivariana!
Cada día debe ser un 4 de febrero lleno de Dignidad