¿Por qué ustedes, como seres
humanos, tan capaces, tan ingeniosos, tan astutos, tan competidores, habiendo
logrado tanto tecnológicamente, siendo capaces de ir a la luna o de vivir por
semanas bajo el mar, de inventar el extraordinario cerebro electrónico, por qué
no tienen la única cosa que importa? Sin amor se vuelven ustedes amargados,
temerosos, toda relación es conflicto. No sé si alguna vez han encarado seriamente
esta cuestión y se han preguntado por qué sus corazones están vacíos.
Ésta no es una reunión
emocional o sentimental. El amor no es sentimental ni emocional, no tiene nada que
ver con la devoción o la lealtad. Uno tiene que descubrir por qué carece de
amor; al descubrir eso, puede ser que uno dé con el amor. No es posible
cultivar el amor, uno no puede obtenerlo practicando un método; no hay escuela
a la que puedan asistir para aprenderlo. Y sin amor, hagan lo que hagan, aunque
acudan a todos los templos del mundo y lean todos los libros que se titulan
sagrados, sin amor la vida de ustedes transcurrirá en medio de la confusión y
el dolor.
Tal como es nuestra vida
cotidiana, así es nuestra sociedad. ¿Comprenden, señores? La sociedad no es diferente
de nosotros, de lo que somos, de lo que hemos sido; o sea, es la comunidad en
que vivimos. El desorden social existe porque somos desordenados en nuestra
propia vida. Sin embargo, el orden no puede surgir por medio de la organización
intelectual, a través de un plan; hemos intentado todas estas cosas por miles
de años; son muchísimos los seres humanos que se han esforzado por crear una
nueva sociedad, una comunidad nueva, una nueva forma de vivir, y todos ellos
han fracasado y siempre fracasarán, porque construyen sobre una fórmula, sobre
un concepto, sobre una ideología.
Vamos, pues, a averiguar si
podemos dedicar nuestros corazones a resolver este problema de la existencia:
la tortura diaria del vivir, la diaria desdicha, la diaria confusión, las efímeras
alegrías y los placeres pasajeros, a todo lo cual llamamos vida. Ustedes no
pueden resolver eso sin comprenderlo, y comprenderlo es amarlo. Pero no pueden
amarlo si no saben qué implica la separación y qué significa estar relacionado;
vamos a examinar eso, no de manera intelectual o verbal, sino de hecho. Hacer esto
es mirar, observar en qué consiste nuestra presente relación, la relación
cotidiana con nuestra esposa, con nuestra familia, con nuestro jefe, con
nuestro vecino, y ver si es de algún modo posible ir más allá de esta separativa
y limitada existencia.
En primer lugar, no queden
presos en las palabras, ¿comprenden? La palabra no es la cosa real, la palabra “árbol”
no es el árbol real -eso es muy simple-. La palabra no los ayudará a tocar el
árbol; ustedes tienen que entrar en contacto con él, apoyar la mano sobre el
árbol. Somos esclavos de las palabras, esclavos de ideas, imágenes y símbolos.
Para que podamos entrar en contacto directo con algo, la palabra no tiene que
interferir.
Por lo tanto, uno tiene que
aprender el arte de ver y escuchar, y descubrir cómo mirar, cómo mirar el mundo
en que vivimos, cómo mirar un árbol, una nube, la belleza del crepúsculo. Para
ver algo muy claramente, tenemos que ser sensibles, ¿comprenden? Y si nuestras
manos son ásperas, brutales, crueles, no podemos tocar el árbol. Si tenemos los
ojos cegados por las preocupaciones, por nuestros dioses, por nuestra esposa, por
nuestro sexo, por nuestros temores, no podemos ver la nube, la belleza de la
puesta del sol.
Uno tiene que aprender cómo
mirar, cómo ver, y este arte no podemos aprenderlo de otro, uno tiene que hacerlo
por sí mismo. Aunque quien les habla lo está explicando, no se dejen llevar por
la explicación, sino háganlo realmente. No digan: “Trataré de hacerlo”, ésa es
una de las declaraciones más evasivas que puedan jamás pronunciar. O lo hacen o
no lo hacen; no existe el “tratar” o el “hacer lo mejor que puedan”.
Cuando miran una hoja, ¿cómo
la miran? Obviamente, la miran con los ojos pero también la miran con la mente
-la mente que tiene su propia memoria de la hoja, el nombre botánico de esa
hoja-. Así que la miran con los ojos, pero también la miran a través de
recuerdos asociados, ¿correcto? Tiene lugar un proceso dual.
Ustedes ven con los ojos y
también ven a través de la memoria, a través de la imagen que tienen de esa
hoja (o de la esposa o el marido o de la nube).
Cuando miran al marido o a
la esposa, los miran con la imagen que han formado a través de muchos años, con
los recuerdos de sexo, de placer, de irritación, de regaños, de palabras airadas,
etcétera; han construido imágenes el uno del otro, ése es un hecho real. Ahora
bien, son meramente estas dos imágenes las que se relacionan, y por esta razón
no tienen ustedes en absoluto una relación directa; hay separación -tiene que
haberla por fuerza- y, en consecuencia, hay conflicto. Por lo tanto, hay total
ausencia de amor. En tanto no se den cuenta del mecanismo, de la estructura y
naturaleza de la imagen, jamás se librarán de ella y siempre estarán en
conflicto.
El mundo necesita
cooperación, lo necesita desesperadamente. El mundo, que se está dividiendo tan
catastróficamente por las divisiones lingüísticas, por las mezquinas divisiones
nacionales y así sucesivamente, necesita de la cooperación para poder siquiera
vivir. ¿Cómo pueden cooperar unos con otros si no tienen amor? ¿Cómo pueden
usar la palabra “cooperación” cuando son ambiciosos, separativos, competidores
y se dividen entre ustedes mismos mediante palabras, dogmas y creencias? Sin
embargo, cuando sepan cómo cooperar verdaderamente, también sabrán cómo no
cooperar, tienen que saber ambas cosas.
Cuando conozcan el sentido y
la profundidad y la significación del cooperar, entonces sabrán cuál es el momento
para una acción correcta de no cooperación. Pero primero debe uno saber cómo
cooperar, y no podemos cooperar si hay separación. Si tienen una imagen, la
separación existirá siempre, aunque vivan en una familia, aunque duerman con la
esposa o el marido. Vean, en primer lugar, que a causa de la imagen que tienen,
imagen de ambición, de codicia, de envidia y de éxito, aunque ambos puedan
vivir en la misma casa y engendrar hijos, están separados, no están cooperando. La cooperación puede surgir solamente cuando hay amor. El amor no es
sentimental, no tiene nada que ver con el emocionalismo, el amor no es placer,
no es deseo. Para dar con esta cosa extraordinaria, con su belleza, tienen
ustedes que aprender a mirar, a mirar ese árbol, a mirar a la esposa y a los
hijos.
Para emprender el viaje,
pues, lo primero es asegurarse de que uno viaja liviano, sin todas sus cargas,
sin todos sus prejuicios y sus preocupaciones. Y eso implica producir una total
revolución en nosotros mismos; tiene que ocurrir una mutación total de la
mente. Y esta mutación no es posible si no estamos libres para descubrir, si
tenemos miedo de lo que pueda pasar.
Si son lo bastante
afortunados y descubren cómo escuchar, cómo ver, entonces encontrarán por sí
mismos que hay una bendición en el acto mismo de ver, en el acto mismo de
escuchar; no la bendición de un dios, no existe la bendición de los dioses ni
la bendición de las plegarias ni la de los templos. Es una bendición que adviene
sólo cuando uno sabe cómo amar.
Fuente: Jiddu Krishnamurti-Encuentro con la vida