jueves, 25 de agosto de 2022

LOS VIEJOS

Los viejos... expresión que puede tener matices, según con el sentimiento que se diga puede verse el grado de madurez, conciencia, formación moral y espiritual, de ese ser  que lo exterioriza. Cuando se refiere  al grado de madurez no es al número de años que tenga, sino el desarrollo crecimiento emocional  que posee.

Es sorprendente como a diario se escucha en transportes colectivos, negocios, sitios de atención al público frases despectivas de la gente mayor, al contrario ocurre en culturas orientales, donde la gente de mayor edad son lo más valiosos, los más escuchados y los más consultados por su descendencia o personas que le rodean. Incluso en la sociedad oriental son llamados Maestros. Donde mantienen un nivel de cuido y reguardo como tesoros de seres que le dieron la existencia, o le han dado orientaciones en etapas de su vida.

En América se ha deteriorado esta visión muy pocos grupos lo hacen como práctica de vida, todavía lo conservan algunos grupos indígenas en Latinoamérica.

La riqueza en sabiduría que contienen las personas de significativa edad, es tan apreciable, sus conversaciones son un gusto, una enseñanza, un regalo de vida. Somos privilegiados a cualquier edad que tengamos de poder establecer contacto con  personas que han vivido más que uno, pues su visión es rica  por la experimentación y los resultados de la misma, el carácter forjado producto de la indagación sobre cualquier tema de la vida, que nos refleja en ella es abundancia en sabiduría.

Las personas longevas tienen mucho que enseñar a la sociedad. Se puede aprender la memoria, los indígenas practican la oralidad. Para el que desconoce a lo que nos referimos, la oralidad es la primera herramienta del pensamiento que contribuye a designar el mundo real y el mundo ficticio, lo que se ve y lo que no ve, lo específico y lo simbólico. Por tanto, con la oralidad es posible crear y recrear seres, formas y significados. Las generaciones más jóvenes van perdiendo el sentido de la historia y con él, su  propia identidad. Una sociedad que ignora el pasado corre el riesgo de cometer con facilidad los mismos errores.

Nuestra vida está dominada por la prisa, la agitación y a veces por la neurosis. Es una vida distraída, que se olvida de los interrogantes fundamentales sobre la vocación, la dignidad, el destino del hombre. La tercera edad es también la edad de la sencillez, de la contemplación. Aristóteles consideraba la vida contemplativa como la actividad de la mejor parte del individuo, la dedicada a la búsqueda de la verdad.

La persona mayor entiende muy bien la superioridad del Ser sobre “el hacer” o ”el tener”.

Hoy la actividad alienada en el sentido de estar ocupados, en realidad es pasiva en el sentido de la productividad. En cambio la pasividad, como no estar ocupado, puede ser una actividad enajenada, esto es complicado de comprender hoy en día, porque para la mayoría de la actividad es “pasividad alienada”, y la pasividad productiva rara vez se práctica. Sobre esto existe un capítulo muy interesante en un libro de Erich Fromn, titulado <<¿Tener o Ser?>>   En definitiva, sin apartarnos del tema las “sociedades humanas” serán mejores en la medida en que sepan beneficiarse del carisma de la vejez.


           

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