La mayoría de los individuos
realizan infinidades de búsquedas para encontrar la paz. En la actualidad
producto de las constantes confrontaciones existentes en el mundo, ha aumentado
las investigaciones que den una posibilidad de encuentro de este estado de
armonía.
Es real esta visión, pues lo
he notado porque en este blog, de manera constante dentro de los temas más
buscados son los relacionados con seres que representaron dicha cualidad,
también aquellos que realizaron transformaciones exitosas dentro de sus
territorios logrando una mayor estabilidad en la mayoría. Sin embargo el camino
es simple pero en la práctica recorrerlo se vuelve complejo por muchos
factores.
Al final del siglo XIX,
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, argumentó que los individuos nacen
con un innato sentido del amor, pero que la ira y la hostilidad llegan cuando
la necesidad de amor no es satisfecha o es frustrada.
La ira, rabia, enojo o furia
es una emoción que se exterioriza a
través del resentimiento o de la irritabilidad. Los efectos físicos de la ira
incluyen aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de los niveles
de adrenalina y noradrenalina. La ira puede tener muchas consecuencias físicas
y mentales. La rabia nos produce mucha descarga neuronal.
Recientemente se ha desafiado la idea, que conceptualiza la ira
como una emoción positiva, pura y constructiva, que siempre es respetuosa de
los demás, sólo utilizadas para protegerse a sí mismo en dimensiones física,
emocional, intelectual y espiritual en las relaciones. Este nuevo estudio sostiene
que la ira se origina a una edad entre los 18 meses a 3 años a fin de
proporcionar la motivación y la energía para la etapa de individualización del
desarrollo en que un niño comienza a separarse de sus cuidadores y afirmar sus
diferencias. La ira surge en el momento mismo que el pensamiento se desarrolla,
por lo tanto, siempre es posible acceder a las capacidades cognitivas y sentir
ira, al mismo tiempo.
Existen religiones y filosofías
de vida que muestran infinidad de formas
para restablecer la armonía, los caminos
son infinitos, sin embargo la verdadera comprensión llega cuando centramos la
atención donde surgen las primeras
manifestaciones que alteran dicho proceso.
Se tomó una de las tantas visiones
que coinciden sobre tema, veamos:
"El budismo en
general enseña que la ira es una emoción destructiva,
y aunque la ira pudo
tener algunos efectos positivos
en términos de
supervivencia o ultraje moral, no aceptó
la ira ni la agresión
como una emoción virtuosa ni como
comportamiento
constructivo. El Buda ha enseñado que hay tres
reglas básicas en la
raíz del samsara (ignorancia, ilusión)
o en el ciclo vicioso
del renacimiento. Éstos son avaricia, odio y engaño –
también traducible
como el apego, la ira, y la ignorancia.
Nos traen la confusión
y la miseria más que la paz, la felicidad, y el éxito.
Está en nuestro propio interés purificarlos y transformarlos".
Esta
visión como muchas, nos llevan como primer paso visualizar de manera individual
el reconocimiento de esa emoción en nosotros.
Mirar
profundamente y comprender la naturaleza
del sentimiento y lo rápido que nos identificamos con ella desde lo externo, reconociendo
que nuestro real enemigo es la ignorancia. ¿Qué reflejo en otro(s) que no
quiero ver en mí? Profundizar y ver lo que contenemos, la proporción de la
misma, aceptarlo.
¿Cómo
reaccionamos cuando sentimos algo que exprime, oprime, presiona? Si es ira,
rabia, seguro, es porque eso es lo que contenemos.
Cuan
antagónicos somos a lo que deseamos. Queremos paz y cuando apenas ocurre un
evento que nos contradice soltamos es ira, rabia; la creatividad a una salida
armoniosa se disuelve y regresamos al mismo punto.
La evolución de lo que nos
rodea depende de cuánto individualmente nos transformemos, logrando re-configurar
nuestras postura y no poner rigidez a los constantes cambio que ocurren a
nuestro alrededor. La creatividad, la buena escucha, el dialogo y reconocer que
la conformación de una vida integral depende de la conformación de cada
individuo que rodea tu vida, llámese familia, comunidad, pueblo, país, mundo.
¡Seamos un tilín mejor, cada día!