Ningún factor dejo de tocarnos, la asimilación tenía que ser rápido, sino se convertía en algo brusco que desestabilizaba nuestro entorno.
Algunos de nosotros recuperándose, otros con repentinas dolencias o enfermedades generadas por la tensión constante, otros sin aparente lesión y desarrollándose con veloz a los cambios continuos que sin duda tiene que ocurrir. No hay nada en movimiento que se detenga, más aun que no ocurra transformación.
¿Cuántos preparados para ello? ¿tenemos herramientas suficientes para asimilar las transformaciones? ¿Cuántas fortalezas contenemos? ¿que debilidades hemos descubierto? ¿hemos destapado nuestra resiliencia ante lo vivido?.
Son momentos de mucha fortaleza, profundizar sobre nosotros mismos y de lo que estamos hecho, nos ayuda. El silencio es un alimento, el estar un par de horas con sí mismo, desde el sosiego, aquietando nuestros pensamientos, emociones nos hace cultivar, alimentar nuestro espíritu, alma, energía, como deseen llamarle, comenzar a mirar desde ese aquietamiento las situaciones, permitiendo vislumbrar las acciones a tomar.
Como primer paso es muy fortalecedor ese espacio consigo,luego las complementarias como ejercitar el cuerpo físico donde fluya la energía para lograr un balance, apoyarnos en elementos intangibles pero con efectos nutritivos como la música, el baile, el canto.
Nosotros en el mundo debemos entender que la armonía que podamos construir desde sí, será un puente positivo constructivo que ayude a nuestro entorno.