sábado, 25 de junio de 2022

EARLE no se fue, aquí está con sus cuentos infantiles y otros textos.

 

Earle Herrera periodista, político, escritor, poeta. Nació un 23 de abril del 1943, en El Tigrito Estado Anzoátegui. Diputado a la Asamblea Nacional de Venezuela (2006-2021) y miembro de la Asamblea Constituyente y de la Constituyente de 1999. Profesor de la Escuela de Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y en su labor como articulista de opinión destaca la sátira social, durante muchos años en las páginas de El Nacional, luego en Ciudad Caracas. Estuvo vinculado a la creación de revistas culturales como Libros al Día y El Sádico Ilustrado En 2012 fue designado como representante de la Asamblea Nacional ante el Consejo de Estado, órgano que integra las diferentes instancias y niveles del gobierno venezolano. Condujo el programa de opinión Kiosko Veraz por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV). Recibió cuatro veces el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (Poesía) (1977), y el Premio CONAC (Consejo Nacional de la Cultura) de Narrativa. Y nos dejó de acompañar físicamente el 19 de diciembre del 2021.

Heredando escritos de mucha importancia desde la conciencia crítica, de mucha importancia para cualquier investigador. Sin embargo desde la ternura de su creación de literatura infantil, hoy deseo compartir con ustedes de su libro de cuentos infantiles “Rocinante comió muchas ciruelas en el parque”, uno de sus cuentos que sin duda reflejan su sencillez, lleno de las manifestaciones de la cotidianidad, su habilidad para dejar su sello en la palabra.

 VIAJE AL INTERIOR DEL ARCOÍRIS

Con la bulliciosa llegada del invierno, todas las tardes nos reuníamos debajo del araguaney a esperar la multicolor aparición del arcoíris. El sábado pasado, bordeando la montaña, dibujó uno por uno sus siete colores sobre el verdor alto de los árboles. Allí permaneció, perfectamente arco y hermosamente iris, como una corona planetaria.  

Nos habían dicho que el arcoíris era un animal gigante que venía de muy lejos a beber en los ríos y, también, que si uno se le acercaba mucho, se lo tragaba y no lo devolvía más nunca, porque nunca, que se sepa, habían visto a alguien volver de sus colores.

Ese sábado decidimos acercarnos a él lo más posible. En ocasiones anteriores, mientras más nos aproximábamos, el arcoíris más se alejaba, resultando siempre imposible darle alcance. Pero esta vez permaneció en su sitio y eso nos puso desconfiados: tal vez nos estaba esperando para llevarnos al lugar desconocido, al mundo de los misterios de donde no se retorna.

Todos nos detuvimos a cierta distancia y miramos con admiración al inmenso arco de colores. Nunca le habíamos llegado tan cerca y sentimos temblor y nos dimos cuenta de que no se bebía el río del verde valle porque el río no se secaba. Vimos también a una vaca atravesar sus colores y salir sin que nada le pasara. Juancho dijo que lo que decían del arcoíris eran puras leyendas y corrió hacia él. Quisimos detenerlo, le gritamos que se detuviera, pero Juancho siguió corriendo hacia la montaña, sin volver la vista.

Asombrados, lo vimos atravesar el arcoíris y también que, desde allá, bañado de colores, nos hacía señas. En un parpadeo, con pánico lo vimos caer de espaldas y quedarse tendido en el suelo. Aunque muy asustados, corrimos sin pensarlo hacia él, pero cuando llegamos ya se había puesto de pie. Soltó una sonrisa triunfal y dijo que se tiró al suelo para hacernos llegar hasta el hermoso lugar.

—¡Vengan! —exclamó—, los colores del arcoíris no se sienten, ¡se ven solamente!

Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que también nosotros estábamos dentro del tubo de colores. El arcoíris nos había abierto sus siete puertas, cada una de un color, y podíamos correr por todas sus franjas y cambiar de color cuando pasábamos de una a otra, como por arte de magia.

En ese momento empezó a llover muy fuerte y el arcoíris comenzó a desaparecer. De pronto nos encontramos en la pura transparencia de la lluvia y Juancho dijo:

—Ya ven, es como todos los colores, se disuelve con el agua. —El arcoíris —comentó Pedro, como si no hablara con na die— es una caja gigante de colores, con la que el sol se di - vierte pintando el valle y el aire y las montañas y hasta el horizonte donde se juntan el cielo y la tierra.

—... y si el sol se va —dijo Juancho—, pues, se lleva sus colores. Así lo hace todo el mundo, ¿no?

En cambio Earle nunca se llevó sus colores sino nos dejó una gama, donde podemos colorear de múltiples formas, su literatura, sus crónicas, sus poemas y ese sello único que nos deleitaremos en su herencia de sus letras.

 

Texto e ilustración del cuento tomado de:  Editorial “El Perro y la Rana”


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