Su exhibición fue tan
impecable, rompiendo records en su
disciplina dos mundiales y uno olímpico,
que hizo dejar de lado por unos días al mundo
la delicada situación. Ese fue Jesse Owens.
Sin embargo en ese films reflejo parcialmente la realidad que vivió
este atleta, aquí algunas declaraciones de sus hijas:
Beverly Owens, hija de Jesse, asegura que
"el racismo en Estados Unidos es rampante y siempre está encubierto, para
ascender a la superficie de vez en cuando", afirma visiblemente afectada.
"Y lo ves con mi padre. Si hubiera sido blanco, hubiera tenido un trabajo
y toda la gloria que le correspondía. Ahora, también digo que ser negro te hace
más fuerte y te ayuda a sobrevivir".
Es necesario reseñar para el
entendimiento de la declaración de su hija Beverly, que Jesse Owens fue reconocido en diferentes partes del mundo,
y este extraordinario Atleta ni siquiera
fue recibido por el Presidente de EEUU de la época, después de lograr para su
país cuatro medallas de oro que para ese tiempo significó un beneficio
extraordinario y digno de un ciudadano de dicha República.
Cuatro medallas de Oro para su país |
Para Marlene su otra hija,
su padre "siempre estuvo mejor valorado en Europa que en EEUU, siendo
entonces lo que era y lo que es todavía", analiza. "Para alguien como
mi padre, que se dejó el alma y el corazón en lo que hacía, es muy injusto.
Pero mantuvo su cabeza alta y siguió con su vida, porque eso no iba a ser la
totalidad de su existencia. Siempre digo que los Juegos Olímpicos es algo que
hizo, no lo que él era en realidad".
Y continua expresando con
emoción de su padre, "devoto de su familia, sus amigos y su país, pese a
que no le apoyaran tanto". Es más, a su regreso le obligaron a entrar por
la puerta de servicio del Waldorf Astoria, en Nueva York, a la que era una
fiesta en su honor, y con el tiempo acabó condenado a correr carreras de
exhibición contra caballos para ganarse la vida, a razón de 50 dólares por
competición.
Otro momento que fue desvirtuado,
fue el supuesto desprecio por parte de Hitler, el propio Jesse Owens desmintió
que el Führer le hubiera vuelto públicamente la espalda: el atleta de color
dijo que Hitler le había rendido un homenaje: "Cuando pase frente al
Canciller (Hitler), se incorporó, me saludó con la mano y yo le devolví el
saludo en la misma forma. Creo que los periodistas mostraron su mal gusto al
criticar al hombre del momento en Alemania”
Owens era tan querido y
popular para el pueblo alemán, que no tuvo descanso, después de la primera
victoria, porque donde fuese tenía que dar autógrafos. Después de la victoria
en los relevos, se vio obligado a cambiar de alojamiento para huir de la
multitud de cazadores de autógrafos. Millares esperaban en fila del lado de
afuera, en la Casa Bautzen en la Villa Olímpica.
De hecho éste anécdota se registró. Al principio, Jesse se sentía a
gusto siendo tan popular, y de buen grado daba autógrafos a diestra y
siniestra. Pero ya por el final de las competiciones, los músculos de su brazo
derecho estaban quedando con calambres. Larry Snyder, su compañero de equipo
tuvo miedo de que los calambres pudieran perjudicarle las piernas. Pidió la
ayuda de Herb Fleming, otro compañero de color, con el cual era constantemente
confundido. Jesse autorizó al otro atleta
para firmar autógrafos en su nombre.
Jesse, hijo de una numerosa familia de
labradores, trabajó como vendedor de periódicos, empleado de una gasolinera y
recadista mientras realizaba sus estudios primarios. A principios de la década
de 1920, la familia Owens se unió a la gran emigración negra hacia el norte,
afincándose en Cleveland.
Su profesor de gimnasia en
la escuela, Charles Riley, se sintió interesado por el joven por su
redndimiento, a quien traía el desayuno e invitaba a almorzar a su casa además
de enseñarle a correr. En la secundaria, Jesse ganó 74 de las 79 carreras en
las que compitió, batiendo asimismo el récord nacional de salto de longitud. Se
matriculó en la Universidad Estatal de Ohio, donde obtuvo un empleo a tiempo
completo mientras practicaba el atletismo.
Realizó su primera proeza en
Michigan, en 1935, batiendo cinco records mundiales e igualando otro en menos
de 90 minutos: completó las 100 yardas en 9,4 segundos; saltó 8,13 metros de
longitud, récord que tardó veinticinco años en ser superado, y corrió las 220
yardas lisas en 20,3 segundos y las 220 yardas vallas en 22,6 segundos. Desde
ese día se le conoció como el Antílope de Ébano.
En 1936, en Chicago, batió
el récord mundial de los 100 metros lisos, rebajándolo hasta los 10,2 segundos.
Participó en los Juegos Olímpicos de Berlín, en los que consiguió cuatro
medallas de oro: en los 100 y los 200 metros lisos, en el salto longitud y en
los relevos 4 x 100 metros.
INCÓGNITA
La delegación americana fue
invitada a Noruega y Suecia, sin embargo Jesse rehusó participar. No se
consiguieron aún datos concretos sobre lo que ocurrió con él en éste período.
La verdad es que él fue suspendido por la Asociación Atlética de los Estados
Unidos, regresó a su patria, donde no fue recibido con banda de música, ni
trompetas, ni homenajes; abandonó su curso universitario y firmó un contrato
de— ¡director de conjunto musical! ¡Y nunca más compitió!!! Es muy raro todo eso.
Uno de los mayores atletas de todos los tiempos, héroe celebrado por los
alemanes e ignorado por su patria al volver. ¿No habrá sido justamente por eso
que la prensa internacional lo ignoró? ¿Habría caído en desgracia? ¿Por
indisciplina, al comienzo de las Olimpíadas, los dirigentes americanos
retiraron de su delegación a los atletas Sam Stoller y Martín Glickman, los
únicos judíos del equipo de pista y campo de los EEUU, que fueron substituidos
por los negros Jesse Owens y Ralph Metcalfe en los relevos de 4 x 100. A partir
de ahí predominó la tendencia de criticar al Comité Americano en la
"Prensa Internacional", principalmente en los EE UU.
Finalmente ¿porqué la molestia de un Gobernante que venció una
olimpíada brillantemente, con 88 medallas, numero idéntico al conquistado EN
CONJUNTO por los EEUU, Francia y Gran Bretaña, las tres mayores potencias de la
época?.
Jesse Owens, en el hospital
enfermo de cáncer, antes de fallecer, dio la siguiente entrevista al Tampa
Tribune del 01/IV/80, páginas 1 y 3-6: "Hitler no saludó ningún atleta
más, pero fue después del pedido del presidente del COI. Que llegando de vuelta
a los EE UU como gran campeón, no recibió ningún apretón de mano del presidente
Roosevelt”.
REPORTAJE DE UN PERIÓDICO DE
PORTO ALEGRE
El rotativo "Correio do
Povo" de Porto Alegre, en su reportaje del 5 de agosto de 1936, nos cuenta
lo que sucedió en Berlín el día 2 de agosto de 1936, primer día de
competiciones:
"Hitler presenció parte
de las pruebas en el estadio, se hizo presentar a los vencedores de las
modalidades que acababa de presenciar desde la tribuna oficial. Felicitó
personalmente a la Srta. Fleischer de Alemania, por su victoria en el
lanzamiento de jabalina. El director deportivo, Von Tschammer Osten, presentarle
también a las señoritas Kurgen, de Alemania, 2ª colocada, y Knasnievska de
Polonia, la tercera colocada. Más tarde, Hitler saludaría personalmente a los
tres finlandeses de los 10.000 metros; al alemán Woellke, vencedor de lanzamiento
de peso, y los segundo y tercero respectivamente; el finlandés Baerlunde y el
alemán Stoeck." "Después de esto, y antes de retirarse del estadio,
de acuerdo con la información del Sr. K. C. Duncan, secretario general de la
Asociación&n bsp; Olímpica Británica, — los miembros del Comité Olímpico
Internacional solicitaron al Führer que se abstuviese de continuar saludando
públicamente a los vencedores de cada prueba, concretamente Henri
Baillet-Latour, que de acuerdo con el protocolo olímpico, un invitado de honor
del comité olímpico no debería saludar a los vencedores. Esto sucedió antes de
que CORNELIUS JOHNSON, (Y NO JESSE OWENS) atleta negro estadounidense, fuera
laureado con medalla de oro en salto de altura." O sea a Hitler se le
solicitó cumplir un "requerimiento protocolar", ciertamente que
después del pedido del C. O. I. no hubo más saludos en público por parte del
Führer durante todo el resto de la Olimpíada, ni para los negros ni para los
blancos.
Jesse Owens murió de cáncer de pulmón el 31 de
marzo de 1980, en Tucson, Arizona. Aunque las palabras de dolor, condolencia y
admiración llegaron de todas partes del mundo, el presidente Carter le definió: "Tal
vez ningún atleta simbolizó mejor la lucha del hombre contra la tiranía, la
pobreza y la intolerancia racial. Sus triunfos personales fueron el preludio de
una carrera dedicada a ayudar a los demás. Su trabajo con los jóvenes atletas,
como embajador no oficial en el extranjero, y portavoz de la libertad son un
rico legado a sus conciudadanos”.
En 1996 dieciseis años después de su muerte, la comunidad se
reunió con familiares de Jesse Owens y realizaron iniciativa para solicitar un
merecido homenaje a este atleta con motivo de las Olimpiadas de Atlanta, logrando se
construyera un museo en su nombre, la antorcha olímpica y una figura en su
nombre.
Realmente la historia de
este gran deportista demuestra que se sobrepuso a todas las barreras de un
sistema plagado de exclusión, donde aspectos como la política, lo social, entre otros ámbitos
mostraban murallas difíciles de derribar, sin embargo expuso con hechos, que
cuando se está claro en el propósito se logra transcender, por más difícil que
se encuentre el contexto. Owens fue reconocido por el mundo y todavía recordado
por su entereza y fuerza.