“…el
descubrimiento del inconsciente significa entonces la superación de la
contaminación afectiva y de la cerebración; la
des-represión,
la
abolición de la división interna entre el hombre universal
y
el hombre social; la desaparición entre toda polaridad
entre
la consciencia y el inconsciente; el logro de la percepción inmediata
de
la realidad, sin distorsión e interferencia alguna de la reflexión intelectual;
significa
superar el deseo de aferrarse al ego y adorarlo,
significa
renunciar a la ilusión de un ego separado e indestructible que deba expandirse
y conservarse, como hacían los faraones egipcios al someterse
al
proceso de momificación, por la eternidad.
Ser
consciente del inconsciente significa estar abierto,
responder,
no tener nada y Ser. (Fromm, 1960)”
Es
un tema por demás álgido que a la gran mayoría nos toca y que sabemos existe en
mayor o menor grado, existen definiciones sobre esta situación recurrente en
los seres humanos, que tratamos de razonar pero que aun nuestra emocionalidad
contaminada nos hace jugar facetas, en nuestra experimentación llamada vida.
El
desapego en pocas palabras equivale a la no dependencia, a la libertad,
ausencia de temor por la pérdida de algo que nos pertenece o creemos nuestro, equivale
a no limitarse a una visión restringida, ni pretender que las situaciones se acomoden
a nuestros deseos.
No tener miedo a las pérdidas, es la capacidad
de dar el espacio para que cada persona se desarrolle, crecer individualmente y
fomentar el camino del respeto al autoconocimiento. Esto se dice fácil sin
embargo cuando sucede nuestra primera acción es aferrarnos.
En
la cultura oriental es una forma sana de ser libres, y en las relaciones
interpersonales, en caso de parejas con objetivos comunes, tener la libertad
sin perder el compromiso con el otro.
La
relación no es un instrumento para compensar carencias, el amor incondicional
se desarrolla con el desapego. Para poder dar, hay que estar entero y conectado
con la fuente.
Es autonomía
emocional es la capacidad de sentir, pensar y tomar decisiones por sí mismo,
que incluye la capacidad para asumir las consecuencias que se derivan de los
propios actos, esto significa responsabilidad. Esta definición va más con las
visiones occidentales, donde algunos Psicólogos, señalaron carencias afectivas,
el influjo que colocan como ejemplo la madre y el bebé.
Desde
la postura oriental específicamente la Budista se podría definir el apego como “la incapacidad de entender la parte interior,
como la relación que el (ella) mismo(a) tiene de las cosas”. Son entidades
dinámicas que dependen en gran manera de un nivel de evolución y crecimiento que se posea.
Sin
embargo lo importante no es la definición sino entender que la vida en un
constante cambio, estamos en movimiento, la unión y la separación, el encuentro y la despedida, son elementos presentes sin tiempo, ni espacio,
sólo es.
Reflexionar,
observar que a diario existan alejamientos, despedidas, alianzas, coincidencias,
para desarrollar en nosotros la capacidad de fluir, soltar con la libertad, sin
contaminación, sin temor. Permitiendo manar, nacer, cosas nuevas que nutren…entonces
sólo entonces descubriremos las gotas de amor que nos hemos negado.